Cómo un vinilo que no era para mí y Galerías Preciados me convirtieron en músico sin saberlo

En 2015 escribí este blog, he decidido rescatarlo y actualizarlo, 100% humano, 0% IA

Corría el año 84, yo contaba 8 años y vivía en Alicante con mi familia. En casa sonaban discos de jazz (Oscar Peterson, Art Tatum, Chuck Mangione), siempre a un volumen excesivamente alto para el vecindario pero no para mi padre. Teníamos un vecino algo excéntrico en el séptimo piso que se dedicaba a tirar la basura desde su balcón porque le daba pereza coger el ascensor y bajar al contenedor (le gustaba experimentar con la ley de la gravedad), a veces, te sobresaltabas porque volvías del colegio y una enorme bolsa negra caía a tu lado, otras, al hombre le costaba  subir a su casa y dormía bajo las escaleras de la portería y alguna vez le daba por golpear las puertas de todo el vecindario de la calle Alemania, vestía botas militares, llevaba la cabeza rapada y siempre iba de negro, debía ser alguna historia de «nazimiento»…

Mí ídolo televisivo y musical en ese momento era Emilio Aragón, tenía un programa titulado «Ni En Vivo ni En Directo», un espacio de Sketches que emulaba el modelo Chevy Chase en SNL, con una banda sonora que me ponía los pelos como escarpias…

Paul McCartney - Give My Regards to Broad Street

Portada de la película de Paul McCartney «Give My regards to Broad Street»

Mi madre llegó un día de diciembre muy disgustada a casa porque había pedido en Galerías Preciados que le recomendaran un buen disco para regalarle a mi primo, y le vendieron Give My Regards to Broad Street de Paul McCartney, un disco que pertenecía a la banda sonora de la película del mismo nombre protagonizada por el propio ex-Beatle.

Cuando mi primo recibió el regalo dijo muy enfadado «Qué coño es esto? Yo lo que quiero es el disco de Los Elegantes«, así que el vinilo volvió a mi casa y se quedó sobre el sofá del salón,yo miraba a Paul y Paul me miraba a mí,estuvimos así observándonos un par de días. A esa edad desconocía  la existencia de McCartney, había oído hablar de Los Beatles pero tampoco demasiado, lo que me volvía loco en ese momento era la banda sonora de Mike Post en el Equipo A, las entradillas de Bill Conti en Dinastía y Falcon Crest (que ponían a las 15:30h en la primera de RTVE), la canción de la serie Luz de Luna y los acordes del tema principal de los osos Gummi los sábados por la tarde.

El vinilo contenía canciones de Paul en solitario y regrabaciones de algunos de los temas de los Beatles. Desde que lo puse quedé petrificado por eso que sonaba, y aunque no entendía el idioma, entendía la música, lo ponía unas 40 veces al día, mi madre estaba del Good Day Sunshine hasta los cojones, creo que me metieron en el conservatorio sólo para descansar por las tardes de aquel sonido de pop inglés.

Y así fue como entré en el lugar donde se enseñaba el noble arte del solfeo el «Conservatorio Superior de Música Oscar Esplá». En aquellos años, ese lugar tenía algo decadente desde que entrabas por la puerta, era  viejuno y los techos parecían estar a kilómetros  del suelo, yo con 9 años no entendía ni las quintas, ni las cuartas, ni las ruedas,ni el calderón ni la barca. Pasaba las horas entre libros de teoría rojos y naranjas que a día de hoy releo y sigo sin entender, y ese maldito Ars Solfandi (aún hay noches que sueño con aquel señor de barbas que salía en la portada, no sabría decir si era Platón, Aristóteles o el padre Abraham…).

En aquellas clases poner el dedo correcto estaba siempre por encima de dar la nota adecuada o sentirla. Mi profesora Margarita solía decirme «con esas morcillas que tienes en las manos nunca vas a llegar a ningún lado«, maravillosa Margarita, siempre recordaré aquella excursión… quiso reunirse con mi madre para comentarle que mejor me dedicara a darle al balón que al piano… Yo le intentaba explicar a Margarita lo que sentía escuchando a McCartney pero ella insistía, «déjate de McCartneys y McCartnos y tócame la de Czerny, el estudio 26, y OJO CON LOS DEDOS!«.

De la misma manera tuve un profesor particular llamado Florencio, un estudiante de música que aspiraba a ser profesor del conservatorio, que siempre me alentó a seguir practicando y a creer en mis posibilidades, era una persona buena y paciente, llegué a él porque resultó ser el hijo de la señora Carmen que tenía el puesto de golosinas al lado de mi casa, qué cosas!.

En el conservatorio me hacían tocar piezas a cuatro manos con un compañero llamado Lucas, era un chico disciplinado y callado que estudiaba muchas horas, recuerdo que se ponía muy erguido para tocar, a veces parecía que se iba a romper. Tocábamos piezas de Bela Bartok y el que fallaba siempre era yo, y Margarita insistía »Jaime, tienes que ser como Lucas«, «Lucas si que lo hace bien«, «mira que recto se pone Lucas«,Lucas,Lucas,Lucas… creo que por ese trauma a día de hoy me cuesta escuchar las canciones de Andy y Lucas, ver algún episodio en el que salga el pato Lucas, y, por supuesto de pelucas ni hablemos…

Hasta luego Lucas

Continuará…

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